EN TERCERA PERSONA
En el mismo estado en el que las autoridades fueron puestas por narcos, el único alcalde que se atrevió a alzar la voz fue acribillado.
Apenas el lunes pasado, Carlos Alberto Manzo, presidente municipal de Uruapan, dijo en una entrevista que tenía que vivir diariamente con la idea de que podían asesinarlo.
En el mismo estado donde las autoridades fueron puestas por narcos, Carlos Alberto Manzo llegó al cargo de manera independiente con una votación histórica: 66% de los sufragios, venciendo 4 a 1 al candidato del partido gobernante.
Desde el primer día llegaron las amenazas. Le dijeron que iban por su hijo.
En vez de callar, de arrodillarse frente a los poderes fácticos de Michoacán, denunció las amenazas y advirtió que no iba a doblarse.
El sábado pasado, durante el Festival de Velas que con motivo del Día de Muertos se celebraba en el centro histórico, un hombre se le acercó y lo mató a quemarropa.
El secretario de Seguridad Pública federal, Omar García Harfuch, declaró que 14 elementos federales formaban parte del equipo de custodia del alcalde. Ni así lograron evitar su asesinato.
El mensaje es demoledor. Ni todas los escoltas del mundo pueden impedir que se cumplan las órdenes del crimen organizado, los verdaderos dueños de Michoacán, y de tantos otros estados de México, como denunció tantas veces el propio Manzo.
Manzo le plantó cara a la delincuencia organizada. Concedió cientos de entrevistas para denunciar lo que tantos otros callan. Le pidió a la presidenta Claudia Sheinbaum y le pidió a García Harfuch, al Ejército, a la Marina, a la Guardia Nacional, que atendieran de manera urgente la situación de Uruapan.
“Prefiero convocar al pueblo de Uruapan a tomar las armas que arrodillarme con un acuerdo con el crimen organizado que vaya en contra de la población”, dijo en una entrevista.
“Aquí los espero, hijos de la chingada”, respondió ante una de las decenas de amenazas que recibió desde su llegada al cargo.
“Tengo miedo, pero tengo que acompañarlo de valentía. No nos queda de otra, no podemos dar ni un paso atrás”.
Manzo advirtió que no quería figurar en la lista de alcaldes asesinados en Michoacán, donde seis presidentes municipales habían perdido la vida de manera violenta de 2022 a la fecha en Contepec, Aguililla, Churumuco, Cotija, Tacámbaro y Tepalcatepec.
En donde el propio gobernador, Alfredo Ramírez Bedolla, y esto ha sido documentado ampliamente, llegó al poder con una operación a gran escala del narco. El propio García Harfuch acaba de informárselo a la presidenta Sheinbaum, según una fuente de alto nivel de Palacio: en Michoacán, como en Sonora y Sinaloa, el gobierno forma parte del problema.
Manzo denunció una y otra vez las extorsiones a aguacateros y limoneros: “Los extorsionan, levantan, amenazan, mandan células a pedir la cuota. Mucha gente tiene miedo y se ha callado. En Uruapan hemos tenido gobiernos municipales que han estado trabajando con grupos criminales”.
Hizo un llamado de auxilio y denunció que la presidenta había visitado Michoacán en al menos seis ocasiones y no regresó a Uruapan “desde que fue a pedir el voto”: “Le pedimos que atienda la problemática que nos está matando, le pedimos presencia del gobierno federal y pedimos castigo a los culpables: todo el peso de la ley a estos asesinos. Los queremos vivos o los queremos muertos, pero ya los queremos. No vamos a descansar, aunque nos cueste la vida”, dijo.
Insistió: Claudia Sheinbaum y Omar García Harfuch debían cumplir con sus obligaciones: brindar seguridad a los ciudadanos. “Queremos un Uruapan y un México mejor”, declaró.
Agobiado por la situación de su municipio, retó al crimen organizado: “El pleito es golpe a golpe. De frente”. Y anunció: “Ninguna consideración a los criminales”. Dijo que si era preciso la policía municipal debía abatir a los criminales y el pueblo debía tomar las armas para defenderse. Los aplaudidores del régimen se lo acabaron. En una “mañanera”, Claudia Sheinbaum le respondió con esta frase: “Estado de derecho”. El gobernador de Michoacán se burló en su último encuentro: “¿A cuántos has abatido?”, le preguntó.
El Estado de derecho de la presidenta no llegó a Uruapan jamás (uno de los municipios más violentos de México). A Ramírez Bedolla lo corrieron a gritos del funeral de Manzo, quien poco antes de ser asesinado declaró que era mejor “convocar al pueblo” que entregar el gobierno como lo habían hecho tantos otros en el estado.
El régimen mandó a sus incondicionales a sueldo a tachar de buitres y a acusar de querer sacar “raja política” a quienes se indignaron con el asesinato del único alcalde de Michoacán que no guardó silencio, que alzó la voz, que denunció la complicidad del gobernador con los narcos.
“Saca a tu policía corrupta que nos está matando y nos está secuestrando. Estamos rodeados de grupos armados, estamos rodeados de fosas clandestinas. Estamos hasta la madre de que cada día se incrementen las desapariciones de mujeres, de niñas, de jovencitas, mientras tú te vas a la Fórmula Uno”, le gritó desesperado a Ramírez Bedolla.
“No estamos hablando de pandillas. Estamos hablando de cárteles… y toda esa información se ha puesto a disposición de la fiscalía para que actúe a la brevedad”, dijo en otra ocasión.
Omar García Harfuch ha prometido que no habrá impunidad.
Pero en Michoacán ya la hubo. La sigue habiendo.
Cómo lastima el asesinato de uno de los pocos políticos que no entró en los grandes negocios, que se comprometió con su pueblo, que se atrevió a alzar la voz.
La impunidad que dicen que no habrá, ya la hubo: no se termina con la muerte del asesino material. No se terminará mientras sigan pisando a Michoacán. Al país entero.
Fuente El Universal



                                    








