Hay debates que pueden cambiar una elección. El de mañana es uno de esos. Están en juego la democracia y la paz en México. Este es uno de esos momentos históricos en que el país escoge su rumbo y su destino. Lo que ocurra el 2 de junio nos marcará durante años.
Por eso es tan importante el debate de mañana.
El debate se da en medio de la peor ola de violencia en el país en décadas. En el gobierno de López Obrador ya hay más de 160 mil asesinatos, casi 5 mil feminicidios y 43 periodistas muertos. Lo increíble -y esa es la palabra exacta- es que AMLO se atreva a decir que “México es un país pacífico”.
Esa ceguera voluntaria del Presidente ha sido muy costosa en vidas humanas. Basta mencionar los enfrentamientos en Chiapas o el asesinato de la candidata de Morena a la alcaldía de Celaya. Este ciclo electoral ya está lleno de muertos. Por eso los tres candidatos en el debate están obligados a proponer un camino distinto. El de AMLO nos ha llevado a un México de masacres, fosas comunes, impunidad, desaparecidos y madres buscadoras.
La democracia mexicana también está a prueba en esta elección. “El peligro no es tanto en la sucesión presidencial”, me dijo Lorenzo Córdova, ex consejero presidente del INE, sino “más bien en la alteración de las reglas del juego, lo que en México llamamos una cancha pareja… Es decir, el problema no está en la sucesión, sino en la interferencia indebida del propio Presidente y de varios funcionarios públicos, en el proceso electoral”.
El peligro es que Morena se convierta en el nuevo PRI.
Este es el contexto del debate de mañana. Todo cuenta; no solo lo que dices sino cómo lo dices y la manera en que te ves. El caso típico de estudio en las universidades es el debate televisivo entre el demócrata John F. Kennedy y el republicano Richard Nixon en 1960. Nixon apareció nervioso, mal rasurado, sin maquillaje, mordiéndose el labio y sudando. Eso, muchos creen, le costó la Presidencia.
En esta época de redes sociales, nada se escapa y todo se viraliza. Una mueca o un pequeño gesto pueden magnificarse y multiplicarse. La televisión ha perdido influencia pero es en internet donde se pelean las campañas presidenciales. Y es en el postdebate digital -enfatizando tus aciertos y resaltando los errores de tus oponentes- donde se ganan los debates hoy en día.
Me ha tocado participar como comoderador en dos debates con aspirantes presidenciales en Estados Unidos y mi experiencia es que, al final, los candidatos responden lo que quieren, no lo que se les pregunta. Es una técnica que se llama en inglés block and circle. Y funciona más o menos así: te preguntan algo, agradeces o reconoces la pregunta, la evades, le das la vuelta y contestas otra cosa o atacas a tu oponente. Los mejores políticos y candidatos dominan esta técnica. Y no me sorprendería ver esta estrategia en los debates presidenciales en México.
La que tiene más que perder con los debates es Claudia Sheinbaum de Morena. Las encuestas la ponen claramente a la cabeza y sus dos oponentes la van a atacar. Su estrategia será, posiblemente, no moverse mucho y verse presidencial, heredera de algo más grande que ella. Pero Sheinbaum y su partido son muy vulnerables por la inseguridad, por la militarización del país y por la acumulación del poder de Morena. Las campañas no se ganan prometiendo más de lo mismo.
Xóchitl Gálvez está obligada a remontar la ventaja en las encuestas que le lleva Sheinbaum y la única manera de hacerlo es poniéndose a la ofensiva. Ella es la que tiene más que ganar. Su fuerza radica en el contacto con la gente. Tendría que presentarse como la alternativa a la violencia y al autoritarismo.
Las expectativas respecto a Jorge Álvarez Máynez son tan bajas -tras el video celebrando de lo lindo en un estadio de futbol- que él podría ser la gran sorpresa de la noche. Puede reconocer su error y volver a presentarse como el verdadero candidato independiente. Pero todo para él es cuesta arriba. Este no es tiempo de hombres en México.
Es muy posible que no estés de acuerdo conmigo. Y de eso, precisamente, se tratan los debates. Es para verlo todo de nuevo. O conocer, de verdad, a alguien por primera vez. Pero hay que estar muy pilas. A la que escojamos, se quedará con nosotros seis años.
Jorge Ramos
Fuente Reforma












